Hace poco Carrefour publicaba un artículo sobre uno de sus proyectos pioneros: el primer blockchain alimenticio de Europa. Se trata de una base de datos que permite almacenar y compartir esa información en un espacio virtual transparente y accesible para cualquier usuario. Es decir, permite seguir el rastro de un producto durante todos los procesos de elaboración y distribución logrando así niveles de seguridad alimentaria óptimos. Facilita la accesibilidad inmediata a la información, control y eficacia tanto para usuarios como proveedores, con una visión completa para así valorar la calidad de un producto.
La implementación de esta tecnología se puede observar, por ejemplo, en la lectura de un código QR. Recientemente fui a Carrefour a comprar un pollo campero y pude experimentar esta tecnología de primera mano. Escaneé con el smartphone un código QR que viene impreso en el envase y pudimos ver detalles sobre el nacimiento del animal, qué alimentos se le ha dado mientras se criaba, la vacunación, la ubicación de la granja, etc. Como usuarios este tipo de tecnología aumenta nuestra confianza en el producto y saber al 100% lo que compramos tranquiliza enormemente dado que los fraudes alimentarios están a la orden del día.
Nos hace cuestionarnos si el término blockchain se entiende como tal y si es un proyecto novedoso como comentan en el artículo o realmente ya lo vemos reflejado en otros campos o ámbitos.
Blockchain o cadena de bloques es un término bastante utilizado últimamente en tecnología digital. Se define como un registro de paso compartido entre varios ordenadores (usuarios) donde se archivan transacciones que certifican que esa información es correcta. Es un proceso sencillo, rápido y fiable. Ya no se necesita de un tercero para validar la información, son los mismos usuarios los que controlan el proceso gracias a esa cadena de bloques que elimina cualquier centralización. A esa información se le da el visto bueno y se admite como fuente compartida fiable, garantizando así la veracidad de las operaciones vía Internet.
El término blockchain se originó como plataforma asociada a la criptomoneda, al bitcoin y en general, al sector financiero. Se asocia al dinero virtual o un sistema de transacciones, pero es una tecnología que se puede utilizar en diferentes actividades o sectores no solo el económico, sino también en la alimentación, carsharing, energía, música, Internet de las cosas o las administraciones públicas. Se puede aplicar a casi cualquier transacción que necesite una verificación.
El software de la criptomoneda le proporciona a una red de ordenadores la oportunidad de tener una contabilidad colectiva a través de Internet, pública y disponible en la red. Esto es la cadena de bloques o blockchain.
En cada blockchain cada nodo (usuario) guarda una copia idéntica de cada transacción que se ejecuta (token) con datos relevantes encriptados. El token puede representar desde una moneda, créditos, votaciones, hasta la compra de energía. Los usuarios deciden que instrumento de valor representa. Cuando se valida la transacción, esos tokens se agrupan en bloques enlazándose unos con otros.
Todas las transacciones están bloqueadas incluyendo información referente a fechas, tiempos, participantes, etc. Evitamos cualquier fraude ya que ese bloque queda archivado y guardado, no se puede modificar sin que se enteren los otros nodos. Si alguien intenta corromper cada transacción los nodos lo detectarían inmediatamente y el blockchain rechazaría generar un movimiento. Los nodos validarían que cada transacción ocurra en x tiempo de n fecha. Sería el equivalente a tener un notario en cada transacción aportando transparencia, seguridad y fiabilidad. La red de usuarios se convierte así en fuente de confianza.
Sea cual sea el campo o área al que se aplique esta tecnología, es un sistema que se está desarrollando y queda todavía mucho por hacer pero que, de momento, va encaminado a aportarnos transparencia, seguridad, rapidez y fiabilidad en nuestras transacciones del día a día.